Calidad certificada y calidad real no son lo mismo

Las autoridades españolas están valorando la exigencia de un certificado del sistema de gestión de calidad para todas las empresas que realicen la actividad de mantenimiento de ascensores. Así, las empresas estarían obligadas a disponer de un sistema formal de gestión, aunque solo sea con un alcance limitado a la actividad de mantenimiento.

La finalidad de la norma es encomiable, ya que intenta garantizar que los servicios de mantenimiento se presten solo por empresas que estén preparadas para ello. El problema es que, como sabemos, disponer de un certificado de calidad no siempre se corresponde con la calidad real de una empresa. La propia dinámica del negocio de la certificación puede llegar a distorsionar el concepto del buen hacer que caracteriza al que ejerce honrada y responsablemente su oficio.

Los argumentos que apoyan la exigencia de un sistema de gestión de la calidad son ciertamente discutibles. No puede utilizarse el argumento de la progresiva complejidad técnica de los ascensores, que solo afecta de manera muy marginal a ascensores nuevos y no a la mayor parte del parque de ascensores existentes, para imponer requisitos no justificados desde el punto de vista del buen oficio de mantenimiento de ascensores.

También importa mucho la forma final que adopte la exigencia de certificación. Si se obliga a la certificación bajo la norma ISO 9001, la nueva exigencia jugaría el papel de una nueva barrera de entrada que perjudicaría la dinámica competitiva del sector y en última instancia a los usuarios.

Como parece estar pasando en el sector de la protección contra incendios, por la aplicación del Reglamento 513/2017, conocido como RIPCI, acrónimo no muy halagüeño, el coste que supone una certificación ISO 9001 sería una carga económica para una empresa de nueva creación y para microempresas de pocos trabajadores, que puede reducir considerablemente la presencia de pequeñas empresas en nuestro tejido económico.

Aplicando las políticas activas de promoción de las pymes, debería ser suficiente exigir una declaración responsable por parte del empresario donde conste el cumplimiento de todo lo establecido en la normativa.

Si se opta por un sistema de gestión de la calidad, este debe estar adaptado a la realidad de las micropymes y pymes del sector mediante modelos sencillos que incluya requisitos mínimos de calidad y que les permitan centrarse en lo importante. No debemos olvidar que los sistemas de gestión deben ser una palanca y no una carga.

Los conocimientos mínimos de un técnico en mantenimiento son:

  • Saber interpretar con claridad y precisión el plan y el procedimiento establecido y normativa aplicable.
  • Identificar los riesgos para la seguridad y la salud en cada una de las instalaciones, ser conocedor de las operaciones de limpieza necesarias y prevención de riesgos laborales en las áreas y elementos a inspeccionar y saber actuar correctamente en situaciones de emergencia.
  • Utilizar las herramientas prescritas para la inspección y mantenimiento de ascensores, según las normas de uso y condiciones de seguridad.
  • Saber verificar el estado del ascensor y sus componentes.

Hablamos de conocimientos mínimos y por tanto no creemos que sea exigible para todo el personal de mantenimiento otro tipo de competencias como:

  • Localización y diagnóstico de fallos y/o averías mecánicas, eléctricas o electrónicas.
  • Realizar operaciones de reparación por sustitución de piezas.
  • Puesta a punto de los equipos de elevación después de la reparación o modificación.

No siendo necesarias estas competencias, pensamos que cualquier técnico de mantenimiento debería y podría adquirirlas a través de la experiencia laboral, vías formales de educación como la formación profesional a ser posible dual y a través de la formación continua mediante cursos especializados más breves, ofrecidos por entidades formativas.

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Un comentario en “Calidad certificada y calidad real no son lo mismo

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