El verano pasado escribíamos sobre la posible creación de KTK, la mayor empresa de ascensores del mundo. Desde entonces, por la importancia que tiene para el sector lo que ocurra en empresas de primer nivel, hemos seguido con interés las noticias que trascendían al mercado, siempre acudiendo a fuentes de información fidedignas como medios de comunicación solventes, la propia empresa, accionistas o autoridades públicas.
En aquellos momentos, describimos unos hechos objetivos como las renuncias en la cúpula directiva de Thyssenkrupp, el descontento de accionistas principales de la empresa y reacciones varias ante una posible fusión con Kone en su división de ascensores. Pasó el verano y el nuevo equipo directivo presentó un plan en el que descartaban con firmeza la fusión con Kone y confirmaban su voluntad de continuar con el proyecto de joint-venture con Tata para su división de acero.
En los últimos días, nos encontramos con noticias positivas y negativas sobre Thyssenkrupp. De un lado, algunos medios recogen la subida de un 27% en el precio de las acciones, propiciado por el comunicado corporativo de sacar a bolsa la división de ascensores. Es una forma muy parcial de ver las cosas, porque la triste realidad es que a Thyssenkrupp no paran de aparecerle problemas.
La misma comunicación corporativa que anuncia la salida a bolsa de la división de ascensores, informa de algunos hechos de especial gravedad como comentaremos a continuación. El anuncio de la salida a bolsa parece un intento de compensar el efecto negativo de las malas noticias, que aparentemente acaban consiguiendo. No solo evitan el desplome de la acción, sino que generan una ligera subida de su valor.
Sorprende la gestión de la joint-venture con Tata, un estrepitoso fracaso que manifiesta la carencia de capacidad de anticipación. No solamente tiene el grupo que dar marcha atrás a una actuación que era central en la estrategia de la compañía y que desde hacía un año daba el equipo directivo como prácticamente segura, sino que además la razón por la que abandonan la iniciativa es porque va contra el interés general, ya que ningún otro motivo podría justificar el rechazo de la Comisión Europea al acuerdo.
Además como refleja la propia empresa en un informe emitido ayer, el grupo espera un resultado neto negativo para 2019 y como justificación presentan, entre otros, una provisión de 100 millones de euros para llegar un acuerdo con la Bundeskartellamt (Oficina Federal de Defensa de la Competencia) por participar dentro de un cártel, ahora en el sector de la chapa pesada.
Desde la participación en el cártel del ascensor, de la que Thyssenkrupp se llevó la peor parte de la sanción en 2007 por ser empresa reincidente (320 millones de euros), a la recibida en 2012 por el cártel de las vías de tren (103 millones de euros) o en 2013 por el mismo caso (88 millones de euros) a la sanción que todavía está por llegar por el mencionado cártel de la chapa pesada, la trayectoria de prácticas comerciales de Thyssenkrupp deja mucho que desear.
Por otro lado, a pesar de continuar con flujos de caja negativos y una deuda creciente, siguen ofreciendo dividendos a sus accionistas. ¿De verdad creen que repartir dividendos evitará la pérdida de valor de la acción que hoy es de un 43% menor en tan solo un año? Los inversores más racionales normalmente buscarán planes de creación de valor sostenible en el largo plazo y los que buscan dividendos querrán saber si la empresa tendrá efectivo suficiente para pagarlos.
El próximo martes 21 de mayo se reunirá el Consejo Supervisor que “aprobará la nueva estrategia para construir una nueva thyssenkrupp”. Es urgente plantear un plan industrial creíble y sólido y estamos seguros de que dentro de la compañía hay personas capacitadas para llevarlo a cabo.
Dentro de este plan, al menos en el sector del ascensor, Thyssenkrupp debe aspirar a tener un posicionamiento de mercado único y bien diferenciado. Pretender ser la empresa más innovadora, cuando este espacio ya está ocupado por méritos propios por uno de sus competidores no parece una decisión acertada.
Como alternativa, y dentro de nuestro conocimiento del sector, les proponemos que persigan el concepto de “longevidad programada”, centrado en la durabilidad del producto, como auténtica ruptura sobre el paradigma de la “obsolescencia programada” que ha dominado el diseño de productos durante décadas. Su gran infraestructura industrial, sus capacidades de ingeniería, sumadas a su origen alemán, le permitiría reclamar esta posición mejor que nadie.
Además de aportar algo relevante a sus clientes, sería un gesto por la sociedad y el medioambiente que les permitiría recuperar su dañada reputación social. Porque además de, como dice Martina Merz, presidenta del Consejo Supervisor, “considerar de igual manera los intereses de los empleados, clientes y accionistas”, deben incluir a la sociedad como parte interesada.
Pensamos que lo que quieren los inversores, los trabajadores, los clientes, incluso los que deseamos que el sector del ascensor cuente con empresas fuertes y socialmente responsables, es un plan industrial creíble. Aunque haya miles de despidos, seis mil como ya han anunciado, es más creíble un plan de “sangre, sudor y lágrimas” que se cumpla, que un repertorio vano de fuegos artificiales corporativos que no lleven a ninguna parte.
Les deseamos al Comité Ejecutivo y al Consejo Supervisor de Thyssenkrupp mucha suerte en las decisiones que tomen en los próximos días, porque las posibilidades se van agotando. Si cuando saquen la división de ascensores a bolsa (prevista para 2020) no logran convencer a los inversores, solo le quedará venderla o fusionarla con un competidor, para crear quizás la KTK de la que hablamos el pasado verano.
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