En los negocios, como en la vida, hay personas que saben reconocer una oportunidad y aprovecharla. Suelen tener el perfil de emprendedores que un día vieron una oportunidad y decidieron apostar por ella. Y a partir de ahí una oportunidad tras otra, algunas que acaban en éxito y otras en fracaso.
Después, hay personas que en lugar de oportunidades tienden a identificar riesgos. Abundan en empresas de seguros, departamentos legales, financieros o inspección.
La oportunidad y el riesgo son las dos caras de la misma moneda y estas personas tienen cualidades opuestas, pero también complementarias y, sobre todo, tienen algo en común: anticipan el futuro.
De hecho, es algo que más o menos todos hacemos. Sin embargo, nunca nos han enseñado cómo anticipar. Más bien al contrario hemos aprendido que cualquier anticipación de futuro es un acto inútil y poco realista.
La realidad es que en los procesos formales de planificación empresarial, la sección en la que hay que anticipar el futuro es la que más trabajo cuesta y casi siempre se acaba describiendo las tendencias que vienen del pasado, como si el futuro fuera una mera proyección de lo que pasó.
Pero parece que algo está cambiando. De un lado, se multiplican los centros de innovación y metodologías creativas en busca de oportunidades y, de otro, el “pensamiento basado en el riesgo” pasa a ser uno de los elementos clave de los sistemas de gestión.
El cambio sistémico que estamos viviendo en todos los ámbitos despierta la necesidad de anticipar. El acrónimo VUCA (volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad), que surgió para describir el mundo que surgía del final de la guerra fría, cada vez es más popular. Pero ¿de qué herramientas disponemos para movernos en este entorno, para realizar anticipaciones acertadas?
Durante una década, llevamos desarrollando esta habilidad entre directivos, aplicando fundamentalmente el método de anticipación política de LEAP. LEAP ha sido de los primeros, por no decir el primero, que articuló una metodología clara, accesible a todos, bajo la premisa de que anticipar el futuro es una forma de conseguir lo que queremos, algo que todos debemos cultivar, de manera individual, como organización o como sociedad.
En la aplicación de esta metodología al mundo empresarial, intentamos ir más allá del excesivamente manoseado y quizás demasiado simplista DAFO, e integramos de manera dinámica desde herramientas clásicas de diagnóstico del contexto, como el análisis PESTEL o el modelo de las 5Cs hasta herramientas más concretas de análisis y valoración de riesgos por categorías (probabilidad/impacto/severidad), medidas de mitigación y contingencia y biblioteca de riesgos.
También difundimos la actividad de vigilancia tecnológica de la mano de centros de innovación de primer nivel como el ITAINNOVA, y seguimos con interés a la Federación Mundial de Estudios de Futuros (en inglés, World Future Studies Federation WFSF), cada día más activa y bien organizada.
Al final, todo ello para intentar ayudar a responder de la mejor manera posible a las preguntas sobre aquello que nos preocupa, ¿qué puede pasar que haga que nuestro proyecto se desmorone?, ¿de dónde pueden surgir las amenazas?, ¿qué oportunidades me estoy perdiendo?
Dentro del ámbito empresarial, las preguntas serían algo así como ¿qué puede afectar a mi empresa?, ¿la agresividad de competidores?, ¿la crisis de algún proveedor?, ¿un accidente laboral grave?, ¿la marcha de una persona clave?, ¿un cambio tecnológico disruptivo?, ¿una sanción importante?, ¿una crisis económica que reduzca la posibilidad de compra de mis clientes?
Esta incertidumbre no debe generar angustia, tan solo situarnos en posición de “alerta positiva” y anticipar sin miedo, con rigor, pero también con humildad, porque anticipar se aprende anticipando una y otra vez, y extrayendo lecciones de cada una de las anticipaciones. Como decía John Dewey, no aprendemos de la experiencia, aprendemos de la reflexión sobre la experiencia.
Sin esperar a modelos predictivos que puedan incorporar los avances en inteligencia artificial, cojamos el pico y la pala y preparemos planes de estudio y programas de formación en Universidades y Escuelas de Negocio que incluyan esta disciplina para ayudar a personas y organizaciones a que anticipen mejor su futuro.
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Felicidades por el artículo. Es de tanto nivel que me atrevería a decir que es una master class. Debemos ser conscientes que hay cambios en el exterior y que tenemos que hacer acciones para ser mas competitivo. Si somos conscientes o no y no hacemos nada, cuando queramos cambiar será tarde. En nosotros mismos está la oportunidad de avanzar. Es importante formarse y asesorarse de especialistas como este caso José María para guiarnos en el camino empresarial tan feroz debido a las multinacionales. Pero no hay que temerlas, al ser estructuras grandes y rígidas tienen puntos débiles. A por ellos! Demos gracias que tienen una cuota grande de mercado, estamos preparados.
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Sergio, muchas gracias por tus palabras. Estoy de acuerdo con lo que comentas. Si la diferencia entre un profesional y un chapuza es la capacidad de anticipar lo que pasará hasta la resolución del problema, los equipos directivos profesionales deben tener cada vez más visibilidad del futuro para gestionar sus empresas.
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