El pasado miércoles una torre de 24 pisos ardía en llamas, dicen que a causa del fallo de un aparato eléctrico, pero amplificado por un revestimiento para fachada relleno de material plástico. Contrariamente a lo que se pudiera pensar, el edificio no está situado en los suburbios de una ciudad pobre en algún país en vías de desarrollo. El edificio en cuestión está muy cerca de una de las áreas más ricas del mundo occidental, en pleno centro de Londres.
He vivido varios años en esa ciudad y me consta que el Reino Unido ha sido pionero en normativa contra el fuego. En el sector que más conozco, el de ascensores, las normas British Standards han contribuido en gran medida a las actuales normativas europeas (EN81-72 y EN81-73).
Siendo por tanto claramente un país desarrollado, ¿cómo pudo instalarse material inflamable en un edificio recién renovado?
En artículos de este blog dedicados a la edificación, tratamos regularmente algunas de las causas. Sin ir más lejos, el martes pasado, horas antes del incendio, escribíamos: “Los agentes económicos (empresas, profesionales, comunidades de vecinos, particulares…) contribuyen a bajar el nivel medio y acabamos ofreciendo lo mínimo por el precio más barato posible”.
Dos libras esterlinas por metro cuadrado más barato era el coste del revestimiento instalado frente al revestimiento resistente al fuego. El ahorro estimado fue de unas 5.000 libras dentro de un contrato por valor de 2,6 millones libras esterlinas, es decir, un ahorro de un 0,19%.
También en el mes de febrero hablamos de cómo “una cultura mayormente financiera y cortoplacista ha sustituido una mentalidad industrial a largo plazo”. En el mes de marzo escribimos como “las pequeñas empresas trabajan con menos presión por parte de los accionistas para obtener los ratios de rentabilidad”. En mayo, con motivo del accidente del ascensor en Madrid, decíamos que “no debemos rebajar el nivel de seguridad en ninguno de los eslabones de la cadena por cuestiones económicas o de otra consideración. Además debemos aprender a convencer a los miembros de la unidad de decisión de compra en su conjunto, ya sean promotores, constructores, arquitectos, administradores de fincas, comunidades de vecinos o propietarios de ascensores que no merece la pena ahorrar en este capítulo”.
A pesar de que entre las empresas relacionadas con el proyecto de la torre Grenfell hay muchas con una larga tradición industrial, en algún punto de la cadena se decidió tomar un atajo. En un accidente como éste la investigación durará años, pero disponemos de algunas pistas de las que podemos aprender algo.
En una de las páginas web del contratista principal, aparece un estudio de caso en el que destaca una obsesión por el ahorro en costes. Por supuesto, el ser más eficiente es un objetivo, pero no debe ser el único, ni el más importante.
Otra pista es que tanto el fabricante como el suministrador del material de revestimiento pertenecen a fondos de inversión y los equipos de dirección reflejan carreras con una orientación fundamentalmente financiera. ¿Desde cuándo los financieros empezaron a ocupar masivamente los puestos de dirección más importantes de empresas industriales? y ¿por qué?
La tragedia está servida y, mientras una semana después todavía no se sabe el número de víctimas, ya ha empezado la búsqueda de culpables. Los que diseñaron el sistema completo anti-incendios, los que especificaron el material que había que utilizar, los que lo suministraron o lo instalaron, las autoridades que debían haber supervisado el proceso…
Recemos por las decenas de víctimas de Londres, pero aprovechemos también para reflexionar sobre nuestro sistema de valores y revisar las prioridades. Como casi todo en la vida, existen siempre culpables por acción, pero también por omisión. Bajar los costes a cualquier precio es un atajo contra el que todos deberíamos luchar activamente.
(Read in English)
Buen artículo José María, te imaginas si la reducción de coste se aplicase a la construcción de aeronaves? estaríamos perdidos, es cuestión de moral, tan poco vale la vida humana?
un abrazo
hicham
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Muchas gracias Hicham por tu comentario. Efectivamente la percepción de riesgo es mayor en las aeronaves, pero hechos como estos demuestran que no debe ser así. Tienen que ocurrir tragedias como esta para que nos demos cuenta que con la seguridad no se puede jugar. Porque no pasa nada hasta que acaba pasando. Abrazos.
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Qué tiene que ocurrir para que haya sensibilidad extrema por la seguridad de las personas y no sea la prioridad un interés económico?
Es evidente que el fin de cualquier empresa es el económico, pero un ahorro de un 0,19% merece la vida de una sola persona?.
Desgraciadamente han de ocurrir accidentes de este tipo para que surjan normas más restrictivas, aumenten los controles por parte de la administración ,…etc., pero está ocurriendo también que, incluso por parte de las distintas administraciones existe una vocación cada vez más obsesiva por el ahorro de costes, ¿a cualquier coste?.
Un abrazo.
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Enrique, acertado comentario. Creo que sobre todo tiene que haber un cambio de cultura económica que priorice el largo plazo frente al corto plazo. Las administraciones públicas deberían dar ejemplo y no incentivar la carrera hacia la bajada de precios. Por cierto hoy se publica que la torre Grenfell había tenido 14 inspecciones públicas sin que nadie hubiese detectado ninguna incidencia. Un poco raro, ¿no?
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