Una reflexión sobre el accidente de Madrid

La semana pasada en Madrid dos jóvenes fallecieron al caer por el hueco del ascensor cuando aparentemente uno de los paños de la cabina cedió por causas todavía no aclaradas. La juventud de las víctimas, junto con la rareza del accidente, ha impactado a la sociedad española.

Más allá de la tristeza que nos embarga tras el desgraciado accidente, esta es una oportunidad para que, como sector serio y con una larga tradición, hagamos un alto en el camino y revisemos de manera autocrítica los procesos. Vaya por delante que el nivel de profesionalidad y de rigor de las empresas de ascensores en España está fuera de toda duda. Un nivel mínimo de accidentes en el parque de ascensores más grande del mundo es buena prueba de ello.

El proceso empieza por la calidad del diseño de la propia solución de elevación. Cualquier cambio sobre ascensores existentes debe contar con un estudio de ingeniería especializado que prevea con detalle las consecuencias de modificar los diseños originales. El diseño de ascensores especiales o de componentes utilizados en modernizaciones de ascensores existentes siempre tiene un plus de dificultad que hay que respetar y en ningún caso sacrificar por motivos de otra índole.

La fabricación, en particular de soluciones especiales, bien como ascensores o como componentes, debe de realizarse sin escatimar medios o materiales, y pensando en el montaje final que harán otras personas.

A diferencia de otros equipos, el ascensor no existe como tal antes de que se instale en el hueco correspondiente. Hasta entonces, tenemos un diseño, una documentación y un conjunto de componentes. La instalación del ascensor o de los componentes es por lo tanto un momento crítico del proceso que está sometido a detalladas comprobaciones finales.

Finalmente, el mantenimiento periódico de carácter preventivo con visitas de carácter casi mensual obliga a estar vigilantes y a realizar comprobaciones con respecto a la seguridad del ascensor. No debemos permitir que por presiones de precios, rebajemos el nivel de prestación de servicio de mantenimiento. Y a falta de una regulación que detalle el contenido técnico de cada visita de inspección, son las empresas ascensoristas las que deben mantener el nivel de dedicación que existía hasta que llegó la crisis.

La semana pasada hemos visto comunicados y declaraciones de diversa naturaleza. En una de ellas, un sindicato comentaba que llevan tiempo denunciando “la excesiva carga de trabajo a las que están sometidos los trabajadores de mantenimiento, que en los últimos años han pasado de ocuparse de 75 ascensores al mes a 150, e incluso en algunos casos, hasta 200 ascensores”.

No debemos rebajar el nivel de seguridad en ninguno de los eslabones de la cadena por cuestión económicas o de otra consideración. Además debemos aprender a convencer a los miembros de la unidad de decisión de compra en su conjunto, ya sean promotores, constructores, arquitectos, administradores de fincas, comunidades de vecinos o propietarios de ascensores que no merece la pena ahorrar en este capítulo.

Bienvenidas sean las críticas desde dentro y desde fuera del sector si nos sirven para mejorar. Aunque el riesgo cero no exista, y sepamos que muchas circunstancias trágicas tienen que coincidir para que un accidente así se repita, debemos trabajar con pundonor y sentido de la responsabilidad en cada paso del proceso para que el triste acontecimiento de la semana pasada en Madrid sea el último.

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