En nuestro imaginario, los programas de dirección de empresas los hemos asociado tradicionalmente a jóvenes ambiciosos y brillantes que lanzan sus birretes al cielo contentos de acabar una etapa de su vida.
Sin embargo, como decía Mateo Alemán, “la juventud no es un tiempo de la vida, es un estado del espíritu”. Cuando la edad de envejecimiento y la de jubilación se retrasan, la vida profesional activa se estira, no solo por necesidad, sino en muchos casos por opción vital.
Cada vez vemos a más personas brillantes con setenta e incluso con ochenta años que siguen trabajando, creando y en muchos casos innovando, simplemente porque pueden, porque les gusta y muy probablemente porque también les hace mantenerse jóvenes.
Suponemos que esta tendencia se incrementará en el futuro y veremos a más personas en la edad de jubilación que estén reinventándose.
Esto supone un cambio fundamental en el concepto de formación continua, o como se dice en inglés con una expresión muy acertada en el “lifelong learning”, el aprendizaje durante toda la vida.
Además solemos asociar los programas de dirección a proyectos de crecimiento planetarios, que requieren grandes dosis de energía, cuando existe otra tendencia que cada vez pone más el acento en el cuidado y la atención de clientes existentes, en simplemente hacer mejor lo que ya hacemos bien.
Personalmente soy un gran defensor de la diversidad en el aula, en la que se entremezclan una gran pluralidad de perfiles, de variada procedencia geográfica, pero también de generaciones distintas. Una clase en la que conviven personas de treinta, de cuarenta y de cincuenta años tiene una riqueza de aportes de la que carecen clases con más uniformidad. Ambición y humildad, entusiasmo y experiencia, nuevas formas de ver el mundo y bagajes llenos de prejuicios son algunos de los contrastes de los que todos acaban aprendiendo.
Dicen que a partir de los 30 años podemos llegar a perder 100.000 neuronas al día, por lo que factores de aprendizaje como por ejemplo la memoria tienden a disminuir. Pero ¿quién aprende hoy día memorizando?
El aprendizaje cooperativo y colaborativo entre los miembros de un grupo variado o el aprendizaje que aporta habilidades y experiencias vitales distintas tienen un efecto mucho más positivo que el memorístico o receptivo.
Por tanto, debemos planificar nuestra vida incluyendo programas de formación en cada una de sus etapas.
Los beneficios asociados a la formación durante toda la vida son múltiples: realización personal, mantenerse al día, bienestar mental, calidad de vida, confianza en uno mismo, espíritu positivo, interacción social, nueva inspiración,…
Definitivamente, no hay edad máxima para los programas de dirección de empresas, ni para otros tipos de formación. Por el contrario, la formación favorece a la salud mental de todos los participantes, retrasa el envejecimiento, y enriquece el aprendizaje del grupo, sean jóvenes de treinta años o jóvenes de cincuenta años o más.
Fantástico artículo. A mi me encanta estudiar y trabajar con gente de diferentes edades. En europa este pensamiento está mas estendido, alguien sabe el motivo?
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Es cierto que en el norte de Europa a la formación se le ha dado históricamente mayor valor que en los países del sur. Aún así, desde mi punto de vista, tampoco ellos tienen el nivel de formación continua que deberían para los tiempos que corren. Estamos viviendo cambios similares, sino más importantes, a los que se dieron en la revolución industrial, por lo que debemos estar al día, casi en el sentido literal !
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También es cierto que, al menos a mi parecer, en nuestro entorno las personas que alargan su vida profesional y por tanto su aprendizaje son cada vez más y creo que la veteranía en la formación y en la vitalidad por aprender y desarrollarse intelectualmente es un bien que aporta valor a las empresas, sobre todo a los jóvenes que se incorporan en ellas que ven o pueden ver un ejemplo que puede ser muy positivo.
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Enrique, veteranía e ilusión, y tú reúnes ambas cualidades. ¡Y a ver si nos vemos para darte el diploma !
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Cuando tú quieras José María, si puede ser compartiendo un buen vino , mejor. 🙂
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