Si eres una empresa familiar, proclámalo a los cuatro vientos

Dentro del gran foro abierto de discusión en el que se ha convertido LinkedIn, uno tiene acceso, muchas veces de manera casual, a contenidos muy valiosos que refuerzan ciertas convicciones. Este es el caso del barómetro de confianza que Edelman publicó en 2017 centrado en las empresas familiares.

La conclusión principal del estudio es que las empresas familiares, contrariamente a la percepción de algunos, generan más confianza en la sociedad que el resto de empresas.

Con la excepción de China, probablemente seducida todavía por el “glamour” de las grandes corporaciones, los otros países estudiados confían un 25% más en las empresas familiares que en el resto de empresas. En las economías más avanzadas la diferencia de confianza llega hasta un 50% más.

Esta confianza se refleja en que al 54% de los empleados le gustaría trabajar en una empresa familiar frente a un 21% que prefiere trabajar para otras empresas. Profesionalmente he crecido en una empresa familiar y si me hubieran hecho la encuesta estaría sin duda dentro de ese 54%. Las razones son claras:

  • Por la tendencia natural de la familia a perpetuarse, el largo plazo importa de verdad, lo que facilita el desarrollo profesional de los empleados.
  • La familia trasciende la individualidad y la mayor vulnerabilidad a la que está asociada, por lo que el proyecto empresarial tiene más posibilidades de continuidad, aunque sólo sea en el espacio temporal de una generación.
  • El afecto es una fuente de motivación de los empleados que abunda también de manera natural en la empresa familiar. Si la empresa familiar logra encauzar la gestión de una manera profesional, tiene más posibilidades de conseguir el difícil equilibrio entre afectos e intereses y elevar el nivel de compromiso de los empleados.
  • Esta solidez crece cuando los miembros de la familia predican con el ejemplo y realizan sacrificios con el objetivo de fortalecer el proyecto.

Por todas estas razones, y muchas más, a pesar de que la mayoría de los encuestados piensan que las empresas familiares son las que menos empleo crean, la realidad es que crean entre el 50% del empleo total.

Otra gran noticia para ellas es que los clientes están dispuestos a pagar más si saben que la empresa proveedora es un negocio propiedad de una familia.

Así, la percepción es que éstas producen bienes o servicios de más calidad (51% frente a 34%), escuchan más a sus clientes (50% frente a 32%), los beneficios de la empresa se quedan en el país (49% vs 34%) y que a los empleados se les trata mejor (49% vs 32%).

Frente a su imagen de tradicional, hay estudios que muestran que los resultados sobre la actividad de innovación son superiores al resto de empresas, especialmente si el CEO es un miembro de la última generación.

El problema es que solo la mitad de los encuestados saben si la empresa es familiar o no. Contar la historia de la empresa familiar de una manera transparente y desarrollar una comunicación activa con los clientes favorecerá la imagen de la empresa, porque la mayoría del mercado (73% según el estudio comentado) confiará más si sabe quién fue el fundador y qué papel juegan las siguientes generaciones en la gestión de la empresa.

Si seguimos la ecuación de la confianza creada por Charles H. Green, la empresa familiar partiría con ventaja en los factores que definen el resultado, Credibilidad + Fiabilidad + Intimidad.

Las compañías controladas totalmente por directivos, sin una vinculación profunda con la propiedad y con una orientación egocéntrica, hacen que aumente el denominador de la ecuación reduciendo así la confianza final en la empresa.

Por tanto, aunque ya sabíamos que las empresas familiares en muchos aspectos eran mejores, cada vez hay más datos y más argumentos para, sin complejos, poder proclamarlo a los cuatro vientos.

 

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