Premio Pritzker 2017: una valiosa lección

El pasado viernes tuve el privilegio de asistir a la ceremonia de graduación de los alumnos del Master in Architectural Management and Design de la Escuela de Arquitectura de IE University. Allí, la decana de la Escuela y también directora ejecutiva del Premio Pritzker, Martha Thorne, nos transmitió a los asistentes con muy bellas palabras la esencia del Premio de este año, entregado el día anterior al estudio de arquitectura RCR, ubicado en Olot, Gerona.

Quiero aprovechar la noticia de este premio para resaltar, no solo una, sino dos valiosas lecciones que, a los gremios relacionados con la edificación, debieran servirnos para reforzar la labor que hacemos.

La primera, que ya hemos comentado otras veces en este blog, es la importancia de la economía local.

El hecho de que un premio como este, que podría ser comparado al Nobel de Arquitectura, haya recaído en un estudio que, desde hace más de 30 años, está en el mismo pueblo del que los tres arquitectos son originarios, es un reconocimiento indudable al trabajo local.

Las edificaciones que habitamos tienen un anclaje directo con la realidad que les rodea. Una realidad conformada no solo por el entorno natural y los materiales que de ella salgan, sino también por la realidad social y económica. Las fábricas cercanas o las empresas locales de servicios forman parte de esa realidad y hay que reivindicar el valor inmediato y cercano que éstas aportan a las creaciones arquitectónicas y a su mantenimiento.

Estudios de arquitectura, que trabajen con proveedores locales que sean capaces de entender el proyecto en su integridad y de adaptar la tecnología disponible, son muy necesarios para hacer nuestras ciudades y pueblos a la medida de sus vecinos.

Una segunda lección que se puede extraer del premio es la del trabajo colaborativo. Por primera vez, se concede el premio Pritzker a tres arquitectos, tres compañeros de universidad que una vez acabada la carrera decidieron volver a trabajar a su pueblo.

Según los premiados, “el diálogo entre varios representa la respuesta que se tiene que dar al mundo complejo de hoy”. Con estas palabras no hacen más que reafirmar la importancia y necesidad de formar equipos de colaboradores que, mediante el diálogo y el respeto sean capaces de desarrollar un trabajo conjunto que siempre será superior al individual y que marca la “diferencia” en este mundo contemporáneo.

La colaboración entre arquitectos y proveedores debe ser fluida desde los primeros pasos del proyecto. Del diálogo inicial surgirán ideas que el arquitecto desconocía y que pueden realzar, tanto la funcionalidad, como la estética del edificio.

Las relaciones fuertes creadas a lo largo de los años favorecerán este diálogo y facilitarán que los proyectos se conviertan en realidad, de la forma más eficiente.

Por todo ello, más allá de la belleza y la poesía indudable de sus creaciones, el trabajo local y el trabajo en equipo son las dos lecciones que, como parte de un gremio directamente relacionado con la edificación, extraigo del premio Pritzker de este año.

Un premio que por primera vez tiene tres nombres y apellidos: Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Vilalta.

Gracias a ellos y a los que, mediante el reconocimiento público, les han dado visibilidad.

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2 comentarios en “Premio Pritzker 2017: una valiosa lección

  1. Y además, según escuché a Peridis hace unos días, parece que los componentes de este estudio atesoran la virtud de la sencillez en un trabajo bien hecho. Siempre menos es mas.
    Un abrazo, José María.

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